“Y se empeñaba en repetir lo mismo: “Esto no es como en una
guerra… En una batalla tienes el enemigo delante… Aquí, el peligro no tiene
rostro ni horario”. Se negaba a tomar somníferos o calmantes: “No quiero que me
agarren dormido o amodorrado. Si vienen por mí, me defenderé, gritaré, tiraré
los muebles por la ventana… Armaré un escándalo…” Alejo Carpentier, La
consagración de la primavera
1. Es indudable que Nicolás Maduro no es Allende. Tampoco es
Chávez. Pero los que dieron el golpe contra Allende y contra Chávez son, y eso
también es indudable, los mismos que ahora están buscando un golpe en
Venezuela.
2. Los enemigos de tus enemigos no son tus amigos. Puede no
gustarte Maduro sin que eso implique olvidar que ningún demócrata puede ponerse
al lado de los golpistas que inventaron los escuadrones de la muerte, los
vuelos de la muerte, el paramilitarismo, el asesinato de la cultura, la
operación Cóndor, las masacres de campesinos e indígenas, el robo de los
recursos públicos. Es comprensible que haya gente que no quiera ponerse del
lado de Maduro, pero conviene pensar que en el lado que apoya a los golpistas
están, en Europa, los políticos corruptos, los periodistas mercenarios, los
nostálgicos del franquismo, los empresarios sin escrúpulos, los vendedores de
armas, los que defienden los ajustes económicos, los que celebran el
neoliberalismo.
No todos los que critican a Maduro defienden esas posiciones
políticas. Conozco gente honesta que no soporta lo que está pasando ahora mismo
en Venezuela. Pero es evidente que del lado de los que están buscando un golpe
militar en ese país están los que siempre apoyaron los golpes militares en
América Latina o los que priman sus negocios por encima del respeto a la
democracia. Los medios de comunicación que están preparando la guerra civil en
Venezuela son los mismos conglomerados mediáticos que vendieron que en Irak
había armas de destrucción masiva, que nos venden que hay que rescatar a los
bancos con dinero público o que defienden que la orgía de los millonarios y los
corruptos hay que pagarla entre todos con recortes y privatizaciones. Saber que
se comparte trinchera con semejante gente debiera llamar a la reflexión. La
violencia siempre debe ser la línea roja que no debe traspasarse. No tiene
sentido que el odio a Maduro ponga a nadie decente al lado de los enemigos de
los pueblos.
3. Maduro heredó un papel muy difícil gestionar Venezuela en
un momento de caída de los precios del petróleo y de regreso de Estados Unidos
a Latinoamérica después de la terrible aventura en Oriente Medio y una misión
imposible sustituir a Chávez. La muerte de Chávez privó a Venezuela y a América
Latina de un líder capaz de poner en marcha políticas que han sacado de la
pobreza a 70 millones de personas en el continente. Chávez entendió que la
democracia en un solo país era imposible y puso sus recursos, en un momento de
bonanza gracias a la recuperación de la
OPEP , para que se iniciara la etapa más luminosa de las
últimas décadas en el continente: Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Morales en
Bolivia, Kirchner en Argentina, Lugo en Paraguay, Mujica en Uruguay, Funes en
El Salvador, Petro en Bogotá e incluso Bachelet en Chile referenciaban esa
nueva etapa. La educación y la salud llegaron a los sectores populares, se
completó la alfabetización, se construyeron viviendas públicas, nuevas
infraestructuras, transportes públicos (después de la privatización de los
mismos o la venta y cierre de los trenes), se frenó la dependencia del FMI, se
debilitó el lazo con los Estados Unidos creándose la UNASUR y la CELAC.
También hay sombras, principalmente vinculadas a la
debilidad estatal y a la corrupción. Pero haría falta un siglo para que los
casos de corrupción en los gobiernos progresistas de América Latina sumen, por
citar sólo un asunto, el coste de la corrupción que significa el rescate
bancario. La propaganda de los dueños de la propaganda terminan logrando que el
oprimido ame al opresor. Nunca desde la demonización de Fidel Castro fue ningún
líder latinoamericano tan vilipendiado como Chávez. Para repartir entre los
pobres, hubo que decirle a los ricos, de América y también de Europa, que
tenían que ganar un poco menos.
Nunca lo toleraron, lo que puede entenderse, especialmente
en España, donde, en mitad de la crisis, responsables económicos y políticos
del Partido Popular robaban a manos llenas al tiempo que decían a la gente que
tenía que apretarse el cinturón ¿Iba Chávez ese “gorila” a frenarles sus
negocios? Desde que ganó las primeras elecciones en 1998, Chávez tuvo que
enfrentarse a numerosos intentos de derribarlo. Por supuesto, con la
inestimable ayuda de la derecha española, primero con Aznar, luego con Rajoy, y
la ya conocida participación de Felipe González como lobbista de grandes
capitales. (Es curioso que el mismo Aznar que hizo negocios con Venezuela y con
Libia luego se convirtió en ejecutor cuando se lo ordenaron. Gadafi incluso le
regaló a Aznar un caballo. Pablo Casado fue el asistente de Aznar en esa
operación. Luego, cosas de la derecha, celebraron su asesinato).
4. Chávez no legó a Maduro los equilibrios nacionales y
regionales que construyó, que eran políticos, económicos y territoriales. Eran
una construcción personal en un país que salía de tasas de pobreza del 60% de
la población cuando llegó Chávez al gobierno. Hay cambios que necesitan una
generación. Ahí es donde la oposición pretende estrangular a Maduro, con
problemas mal resueltos como las importaciones, los dólares preferenciales o
las dificultades para frenar la corrupción que desembocan en desabastecimiento.
Sin embargo, Maduro supo reeditar el acuerdo “cívico-militar” que tanto molesta
a los amigos del golpismo. Algo evidente, pues Estados Unidos siempre ha dado
los golpes buscando apoyos en militares autóctonos mercenarios o desertores.
El ejército en América Latina solo se entiende en relación
con Estados Unidos. Les han formado, sea en tácticas de tortura o en “lucha
contrainsurgente”, sea en el uso de las armas que les venden o en el respeto
debido a los intereses norteamericanos. En Venezuela, los mismos que formaron a
los asesinos de la
Escuela Mecánica de la Armada argentina o que sostuvieron al asesino
Pinochet lo tienen complicado (el asalto por parte de mercenarios vestidos de
militares a un cuartel en Carabobo buscaba construir la sensación de fisuras en
el ejército, algo que a día de hoy no parece que exista). Igual que ha comprado
militares, Estados Unidos siempre ha comprado jueces, periodistas, profesores,
diputados, senadores, presidentes, sicarios y a quien hiciera falta para
mantener a América como su “patio trasero”.
El cártel mediático internacional siempre le ha cubierto las
espaldas. Es la existencia de Estados Unidos como imperio lo que ha construido
el ejército venezolano. Los nuevos oficiales se han formado en el discurso
democrático soberano y antiimperialista. Son mayoría. Hay también una
oficialidad la mayoría ya jubilándose que se formó en la vieja escuela y sus
razones para defender la
Constitución venezolana serán más particulares. Las
deficiencias del Estado venezolano afectan también al ejército, aún más en
zonas problemáticas como las fronteras. Pero los cuarteles en Venezuela están
con el Presidente constitucional. Y por eso es aún más patético escuchar al
demócrata Felipe González pedir a los militares venezolanos que den un golpe
contra el gobierno de Nicolás Maduro.
6. La oposición en Venezuela lleva intentando dar un golpe
de Estado desde el mismo día que ganó Chávez. Venezuela fue el mascarón de proa
del cambio continental. Acabar con Venezuela es abrir la espita para que ocurra
lo mismo en los sitios donde aún no ha regresado el neoliberalismo. A las
oligarquías les molestan los símbolos que debilitan sus puntos de vista. Pasó
con la II República
en 1936, pasó en Chile con Allende en 1973. Acabar con la Venezuela chavista es
regresar a la hegemonía neoliberal e, incluso, a las tentaciones dictatoriales
de los años setenta.
7. Venezuela tiene además las reservas de petróleo más
grandes del mundo, agua, biodiversidad, el Amazonas, oro, coltán quizá la
reserva más grande del mundo de coltán. Los mismos que han llevado la
destrucción a Siria, a Irak o a Libia para robarles el petróleo, quieren hacer
lo mismo en Venezuela. Necesitan ganarse previamente a la opinión pública para
que el robo no sea tan evidente. Necesitan reproducir en Venezuela la misma
estrategia que construyeron cuando hablaban de armas de destrucción masiva en
Irak. ¿O no se creyó mucha gente honesta que había armas de destrucción masiva
en Irak? Hoy, aquel país antaño próspero es una ruina.
Quien se creyó aquellas mentiras del PP, que mire cómo está
hoy Mosul. Enhorabuena a los ingenuos. Las mentiras siguen todos los días. La
oposición puso una bomba al paso de policías en Caracas y todos los medios
impresos publicaron la foto como si la responsabilidad fuera de Maduro. Un
helicóptero robado lanzó granadas contra el Tribunal Supremo y los medios lo
silencias. Son actos terroristas. De esos que abren portadas y los telediarios.
Salvo cuando suceden en Venezuela. Un referéndum ilegal en Venezuela “presiona
al régimen hasta el límite”. Un referéndum ilegal en Catalunya es un acto
cercano al delito de sedición.
8. El cártel mediático internacional ha encontrado un filón.
Se trata de una reedición del miedo ante la Rusia comunista, la Cuba dictatorial o el
terrorismo internacional (nunca dirán que el ISIS es una construcción
occidental financiada con capital norteamericano principalmente). Venezuela se
ha convertido en el nuevo demonio. Así se les permite acusar de “chavistas” a
los adversarios y les evita hablar de la corrupción, del vaciamiento de las
pensiones, de la privatización de los hospitales, las escuelas y las
universidades o de los rescates bancarios. Mélenchon, Corbyn, Sanders, Podemos
o cualquier fuerza de cambio en América Latina son descalificados con la
acusación de chavistas, ahora que acusar de comunistas o de etarras tiene poco
recorrido.
El periodismo mercenario lleva años con esa estrategia.
Nadie nunca ha explicado qué política genuinamente bolivariana va en los programas
de los partidos de cambio. Pero da lo mismo. Lo importante es difamar.Y gente
de buena voluntad termina creyendo que hay armas de destrucción masiva o que
Venezuela es una dictadura donde, curiosamente, todos los días la oposición se
manifiesta (incluso atacando instalaciones militares), donde los medios
critican libremente a Maduro (no como en Arabia Saudí, Marruecos o Estados
Unidos) o donde la oposición gobierna en alcaldías y regiones. Es la misma
táctica que construyó durante la guerra fría el “peligro comunista”. Por eso en
España, con Venezuela, tenemos una nueva Comunidad Autónoma de la que solamente
falta que nos digan al final de los telediario el tiempo que va a hacer en
Caracas ese día. De cada cien veces que se dice “Venezuela”, noventa y cinco
sólo buscan distraer, ocultar o mentir.
9. Venezuela tiene un problema histórico que no ha resuelto.
Al carecer de minas durante la colonia, no fue un Virreinato, sino una simple
capitanía general. El siglo XIX fue una guerra civil permanente, y en el siglo
XX, cuando se empezó a construir el Estado, ya tenían petróleo. El Estado
venezolano siempre ha sido rentista, carente de eficacia, agujereado por la
corrupción y rehén de las necesidades económicas de los Estados Unidos
acordadas con las oligarquías locales. El choque entre la Asamblea y la jefatura
del Estado actual debiera haberse zanjado jurídicamente. Señales de la
ineficiencia vienen siendo evidentes desde hace tiempo. El rentismo venezolano
no se ha superado. Venezuela redistribuyó la renta del petróleo entre los más
humildes, pero no ha superado esa cultura política rentista ni ha mejorado el
funcionamiento de su estado.
Pero no nos engañemos. Brasil tiene una estructura jurídica
más consolidada y el Parlamento y algunos jueces han dado un golpe de Estado
contra Dilma Roussef. Donald Trump puede cambiar a la Fiscal General y no
pasa nada, pero si lo hace Maduro, Jefe del Estado igualmente elegido en unas
elecciones, se le acusa de dictador. Una parte de las críticas a Maduro son
tramposas porque olvidan que Venezuela es un sistema presidencialista. Es por
eso que la Constitución
permite al Presidente convocar una Asamblea Constituyente. Gustará más o menos,
pero el artículo 348 de la
Constitución vigente de Venezuela faculta al Presidente en esa
tarea, igual que en España el Presidente del Gobierno puede disolver el
Parlamento.
10. Zapatero y otros ex Presidentes, el Papa, Naciones
Unidas vienen pidiendo a ambas partes en Venezuela que dialoguen. La oposición
reunió en torno a siete millones de votos (si bien es más complicado que puedan
llegar a ese acuerdo en torno a un candidato o candidata a la Presidencia del país).
Maduro, en un contexto regional muy complicado, con fuertes estrecheces
económicas que afectan a la compra de insumos básicos, incluidas medicinas, ha
juntado ocho millones de votos (aunque sean siete, según las declaraciones tan
sospechosas del Presidente de Smarmatic, que acaba de firmar un contrato
millonario en Colombia).
Venezuela está claramente dividida. La oposición, como otras
veces, ha optado por la violencia y luego no entiende que Maduro sume tantos
millones de apoyos. Si en España un grupo quemase centros de salud, quemase
escuelas, disparara contra el Tribunal Supremo, asaltara cuarteles, contratara
a marginales para sembrar el terror, impidiese con formas de lucha callejera el
tránsito e, incluso, quemase vivas a personas por pensar diferente ¿alguien se
extrañaría que la ciudadanía votase en la dirección contraria a esos locos?
11. Fracasada la vía violenta, a la oposición venezolana le
quedan dos posibilidades: seguir con la vía insurreccional, alentada por el
Partido Popular, Donald Trump y la extrema derecha internacional, o intentar
ganar en las urnas. Estados Unidos sigue presionando (en declaraciones a un semanario
uruguayo, el Presidente Tabaré dijo que votó para expulsar ilegalmente a
Venezuela del Mercosur por miedo a las represalias de los países grandes). 57
países de Naciones Unidas han exigido que se respete la soberanía de Venezuela.
Como Estados Unidos no logra mayoría para forzar a Venezuela, insiste en
inventar espacios (como la
Declaración de Lima, sin ninguna fuerza jurídica porque no
han conseguido mayoría en la OEA ).
La derecha mundial quiere acabar con Venezuela, aunque eso le cueste sangre y fuego
a la población venezolana. Por eso algunos opositores, como Henry Ramos-Allup,
han llamado al fin de la violencia. Venezuela tiene en el horizonte elecciones
municipales y regionales.
Es el escenario donde la oposición debiera demostrar esa
mayoría que reclaman. Venezuela tiene que convocar esas elecciones y es una
oportunidad excelente para medir electoralmente las fuerzas. Porque, de lo
contrario, el choque que estamos viendo se enquistará y se convertirá en una
gangrena terrible. ¿A quién le interesa una guerra civil en Venezuela? No nos
engañemos. Ni al PP ni a Trump le interesan los derechos humanos. Si así fuera
romperían con Arabia Saudí, que va a decapitar a quince jóvenes por
manifestarse durante la
Primavera Árabe, o dan latigazos a las mujeres que conducen;
o con Colombia, donde van 150 asesinados por los paramilitares en los últimos
meses; o en México, donde se asesina cada mes a algún periodista y aparecen
fosas comunes con decenas de cadáveres. Penas de 75 años están pidiendo en
Estados Unidos contra manifestantes contra las políticas de Trump. Venezuela se
ha convertido en España en la 18 Comunidad Autónoma sólo porque el Presidente
Rajoy ha tenido que comparecer como testigo por la corrupción en su partido. Es
más airoso hablar de Venezuela que de la corrupción de los 800 cargos del PP
imputados.
Hay ingenuos que les creen. ¿Qué dirán ahora que el grueso
de la oposición ha aceptado participar en las elecciones regionales? El pacto
entre el PSOE y Podemos en Castilla-La Mancha ha sido presentado por la derecha
manchega como el comienzo de la venezonalización de España. Cuánta caradura y
cuánta estupidez. Hay gente que les cree. Mientras, el PP guarda silencio ante,
por ejemplo, las persecuciones que la dictadura monárquica marroquí hace en España
de los disidentes políticos, o encarcela por orden del dictador Erdogan a un
periodista crítico con la dictadura turca. ¿Nos va a decir alguien que a estos
gobiernos les interesan los derechos humanos?
Conclusión: no hace falta comulgar, ni mucho menos, con
Maduro y su manera de hacer las cosas, para no aceptar el golpe de estado que
se quiere construir en Venezuela. Estamos hablando de no volver a cometer los
mismos errores creyéndonos las mentiras que construyen los medios. Venezuela
tiene que solventar sus problemas dialogando. Y es evidente que tiene
problemas. Pero dos mitades enfrentadas no van a ningún lado monologando.
Aunque a una parte le apoyen los países más poderosos del ámbito neoliberal. Ni
el PP ni la derecha quieren diálogo. Quieren que Maduro se entregue. ¿Y cree
alguien que los ocho millones de votantes de la Asamblea Constituyente
se iban a quedar de brazos cruzados? El nuevo gobierno les reprimiría e,
incluso, les asesinaría.
Los medios dirían que la democracia venezolana se estaría
defendiendo de los enemigos de la democracia. Y volvería a haber gente ingénua
que les creería. Desde el resto del mundo, en nombre de la democracia, bastan
dos cosas: exigir y alentar el diálogo en Venezuela, y entender que sería bueno
no permitir ni al PP ni a las derechas internacionales, empezando por Donald
Trump, reeditar una de sus miserias más horribles que consiste en sembrar dolor
en otros sitios para ocultar el dolor que construyen en nuestros propios
países.
Articulo escrito por Fernando Miguel Silvestre.
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